Corazoncito de Vidrio
Corazoncito de Vidrio
En esta recolección,
De algún tipo de conjetura.
Frágil y en toda razón nublada,
Solo me queda este corazoncito de vidrio.
Igualmente frágil y vacío.
Y como minúsculos rizos de oro,
En mi apetito alcoholizado,
Yace una presencia intoxícate.
Más allá del encarcelamiento carnoso,
Del cuerpo humano.
Sin embargo,
Guarde y cuide de estas fantasías surreales.
Al igual que los recuerdos,
Que forcé bajo un doloroso entierro.
Solo que a veces,
Al intentar este tipo de olvido.
Recuerdos,
Igual al ser vivo,
Anhelan reunión con su complemento físico.
Y algún día,
Eventualmente…
Encuentran su camino a casa.
Estos pétalos a media-vela,
Navegan este mar de lágrimas acidas.
Una lactancia que no pensé,
Seria capas de sofocar mis pulmones bajo su peso asfixiante.
Los pétalos iluminados,
Junto a las siluetas densas y miedosas,
Revelados,
Bajo la sutil luz de luna.
Aún recuerdo los lirios aterrados,
En el terrorífico intento de mantenerse a flote,
Entre las olas de tu pelaje.
Esas olas marones, indomables, y tibias.
Con estas melódicas notas mudas y libres,
Aún recuerdo,
Siempre dejarme llevar…
Siempre dejarme perder…
Siempre entregarme a una compleja decidía…
Una que no me permite reconocer,
El valor de estos desesperados delirios.
El agua salada de mar,
Las olas que persiguen y huyen a la vez.
La dulce fruta de temporada,
Y sus largos viajes a nuestro paladar.
El trago amargo de la mortalidad humana,
Y toda desdicha que impregna en los vivos.
Cada uno exótico de alguna manera.
Pero irónicamente simple y sin sabor particular.
Aún recuerdo tus dedos,
Y sus puntas rosadas.
Entre ellos,
Sostuviese un pincel a mi nombre.
Con cubierta quebrada y punta seca.
Y dentro de cada faceta de este mundo,
Se contuvo una semblanza,
Similar a la de un papel.
Luego a un cuaderno,
Seguido por un libro.
Pronto se desamarro el bordado,
Las palabras corrieron de las páginas,
Como sangre fresca.
Las páginas se deshicieron,
Y su contenido...
Lo encuentro garabateado en todo lo que veo,
Con tu caligrafía exquisita.
Escritas con ondulación profunda y coherente.
Similar a las nubes relamidas,
En su sereno flotar.
En las venas de tinta oscura,
Que aun fluyen dentro de mis numerosos lóbulos.
En las hojas rojizas,
Suspendidos con los fríos y melancólicos vientos del otoño.
Mis ojos se deleitan,
Con un mundo compuesto con nuestros poemas.
Un mundo solo nuestro…
Acariciamos hasta lo más lejano.
Dormimos bajo esta manta de estrellas,
La helada tela antes del amanecer.
Jugamos con el ritmo de las olas,
Y el latir de nuestros corazones.
Ilustramos el cálido rostro del otro,
En cada posible rincón de la luna.
Escalamos montañas,
Con picos,
Perforando más allá del límite de las nubes.
Soldé tu nombre,
En cada paso que dimos.
En cada mundo que visitamos.
En cada recuerdo que aún me queda de ti.
Y con tu nombre en mente,
Me recosté a lado de nuestros poemas de amor.
Me deje envolver.
Si,
Me deje envolver.
Me permití disfrutar por primera vez.
Con cada silaba de estos perdurados versos,
Medí latido a latido,
Los horizontes semidormidos.
Y con mis pies descalzos,
Deje pisadas en todo terreno que llegue a pisar.
Y en cada uno,
Deje un recuerdo nuestro.
“Me detendré el día,
Que nuestros recuerdos ya no basten.
Ese día terminara mi júbilo prohibido,
Y se me otorgara un castigo por fin.”
Ya recorrí todo dominio arcaico en este mundo,
Y mis pisadas aún no se satisfacen.
Con estos vientos susurrantes,
Ondulados y extremadamente livianos,
Hoy se me erizo la piel.
Con un cierto placer,
Que aún no logro reconocer.
Que aún no quiero aceptar.
Años después,
Un indomable coraje,
Esclavizo mis dedos.
Y ahora expresan,
Lo que no pude decir entonces.
Con tu llegada todo cambio.
Pero ahora que te encontré,
Tu fría tumba me miente.
Ya que siempre estuviste aquí,
Conmigo…
Cuidándome de mi mismo,
Y mí retorcida lógica.
A pesar de esta distancia tan corta.
Sin embargo tan larga a la vez.
Estos hermosos recuerdos,
Del todo agridulces.
Aun anidan,
Lo desbordado y lo vacante.
Dentro de todo mí ser.
El odio…
La rabia…
El dolor e impotencia…
A veces me llego a convencer,
Que soy un auténtico masochista emocional.
Esta mañana,
Remolinos algodonosos me cuidan,
Suspendidos en el cielo azul.
Nubes sublimes,
Complementando mis pasos.
En ese entonces,
Recordé lo hermoso que puede ser este mundo.
Y así,
Termino un poema,
Y empiezo otro más.
Al recoger ese pincel a mi nombre…
Aquel de cubierta quebrada,
Y punta seca.
Recupere la voz,
Que perdí años atrás.
Y con ello recupere,
La humanidad que yo pensé inexistente.
Entre las telarañas más gruesas,
Bajo el veneno más espeso.
Yace tu memoria…
Y aquel mundo que implantamos en el otro.
El nuestro…
Si, aún sigue aquí,
Aún vegeta.
Con un resplandor más agraciado que nunca.
Este día sentí,
Que por primera vez en un largo tiempo.
Una calidez,
Un pálpito,
Un pequeñísimo grito de alegría,
De mi pequeño corazoncito de vidrio.
Hoy,
Este corazoncito de vidrio,
Bombeo tinta negra,
Bombeo inspiración,
Bombeo algún tipo de alegría agridulce.
Veneno ni telarañas no más.
Hoy,
Este pequeño corazón bombea en cada célula,
Un recuerdo nuestro como siempre ha sido.
De algún tipo de conjetura.
Frágil y en toda razón nublada,
Solo me queda este corazoncito de vidrio.
Igualmente frágil y vacío.
Y como minúsculos rizos de oro,
En mi apetito alcoholizado,
Yace una presencia intoxícate.
Más allá del encarcelamiento carnoso,
Del cuerpo humano.
Sin embargo,
Guarde y cuide de estas fantasías surreales.
Al igual que los recuerdos,
Que forcé bajo un doloroso entierro.
Solo que a veces,
Al intentar este tipo de olvido.
Recuerdos,
Igual al ser vivo,
Anhelan reunión con su complemento físico.
Y algún día,
Eventualmente…
Encuentran su camino a casa.
Estos pétalos a media-vela,
Navegan este mar de lágrimas acidas.
Una lactancia que no pensé,
Seria capas de sofocar mis pulmones bajo su peso asfixiante.
Los pétalos iluminados,
Junto a las siluetas densas y miedosas,
Revelados,
Bajo la sutil luz de luna.
Aún recuerdo los lirios aterrados,
En el terrorífico intento de mantenerse a flote,
Entre las olas de tu pelaje.
Esas olas marones, indomables, y tibias.
Con estas melódicas notas mudas y libres,
Aún recuerdo,
Siempre dejarme llevar…
Siempre dejarme perder…
Siempre entregarme a una compleja decidía…
Una que no me permite reconocer,
El valor de estos desesperados delirios.
El agua salada de mar,
Las olas que persiguen y huyen a la vez.
La dulce fruta de temporada,
Y sus largos viajes a nuestro paladar.
El trago amargo de la mortalidad humana,
Y toda desdicha que impregna en los vivos.
Cada uno exótico de alguna manera.
Pero irónicamente simple y sin sabor particular.
Aún recuerdo tus dedos,
Y sus puntas rosadas.
Entre ellos,
Sostuviese un pincel a mi nombre.
Con cubierta quebrada y punta seca.
Y dentro de cada faceta de este mundo,
Se contuvo una semblanza,
Similar a la de un papel.
Luego a un cuaderno,
Seguido por un libro.
Pronto se desamarro el bordado,
Las palabras corrieron de las páginas,
Como sangre fresca.
Las páginas se deshicieron,
Y su contenido...
Lo encuentro garabateado en todo lo que veo,
Con tu caligrafía exquisita.
Escritas con ondulación profunda y coherente.
Similar a las nubes relamidas,
En su sereno flotar.
En las venas de tinta oscura,
Que aun fluyen dentro de mis numerosos lóbulos.
En las hojas rojizas,
Suspendidos con los fríos y melancólicos vientos del otoño.
Mis ojos se deleitan,
Con un mundo compuesto con nuestros poemas.
Un mundo solo nuestro…
Acariciamos hasta lo más lejano.
Dormimos bajo esta manta de estrellas,
La helada tela antes del amanecer.
Jugamos con el ritmo de las olas,
Y el latir de nuestros corazones.
Ilustramos el cálido rostro del otro,
En cada posible rincón de la luna.
Escalamos montañas,
Con picos,
Perforando más allá del límite de las nubes.
Soldé tu nombre,
En cada paso que dimos.
En cada mundo que visitamos.
En cada recuerdo que aún me queda de ti.
Y con tu nombre en mente,
Me recosté a lado de nuestros poemas de amor.
Me deje envolver.
Si,
Me deje envolver.
Me permití disfrutar por primera vez.
Con cada silaba de estos perdurados versos,
Medí latido a latido,
Los horizontes semidormidos.
Y con mis pies descalzos,
Deje pisadas en todo terreno que llegue a pisar.
Y en cada uno,
Deje un recuerdo nuestro.
“Me detendré el día,
Que nuestros recuerdos ya no basten.
Ese día terminara mi júbilo prohibido,
Y se me otorgara un castigo por fin.”
Ya recorrí todo dominio arcaico en este mundo,
Y mis pisadas aún no se satisfacen.
Con estos vientos susurrantes,
Ondulados y extremadamente livianos,
Hoy se me erizo la piel.
Con un cierto placer,
Que aún no logro reconocer.
Que aún no quiero aceptar.
Años después,
Un indomable coraje,
Esclavizo mis dedos.
Y ahora expresan,
Lo que no pude decir entonces.
Con tu llegada todo cambio.
Pero ahora que te encontré,
Tu fría tumba me miente.
Ya que siempre estuviste aquí,
Conmigo…
Cuidándome de mi mismo,
Y mí retorcida lógica.
A pesar de esta distancia tan corta.
Sin embargo tan larga a la vez.
Estos hermosos recuerdos,
Del todo agridulces.
Aun anidan,
Lo desbordado y lo vacante.
Dentro de todo mí ser.
El odio…
La rabia…
El dolor e impotencia…
A veces me llego a convencer,
Que soy un auténtico masochista emocional.
Esta mañana,
Remolinos algodonosos me cuidan,
Suspendidos en el cielo azul.
Nubes sublimes,
Complementando mis pasos.
En ese entonces,
Recordé lo hermoso que puede ser este mundo.
Y así,
Termino un poema,
Y empiezo otro más.
Al recoger ese pincel a mi nombre…
Aquel de cubierta quebrada,
Y punta seca.
Recupere la voz,
Que perdí años atrás.
Y con ello recupere,
La humanidad que yo pensé inexistente.
Entre las telarañas más gruesas,
Bajo el veneno más espeso.
Yace tu memoria…
Y aquel mundo que implantamos en el otro.
El nuestro…
Si, aún sigue aquí,
Aún vegeta.
Con un resplandor más agraciado que nunca.
Este día sentí,
Que por primera vez en un largo tiempo.
Una calidez,
Un pálpito,
Un pequeñísimo grito de alegría,
De mi pequeño corazoncito de vidrio.
Hoy,
Este corazoncito de vidrio,
Bombeo tinta negra,
Bombeo inspiración,
Bombeo algún tipo de alegría agridulce.
Veneno ni telarañas no más.
Hoy,
Este pequeño corazón bombea en cada célula,
Un recuerdo nuestro como siempre ha sido.
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Me